Balada
de la juventud
Llegó a mi
triunfante: la vi, y la sorpresa
como un licor grato
mi alma embargó...
¿Quién
eres?... - le dije: ¿Divina princesa?
¿Hermosa fantasma?-.
Su boca de fresa
se abrió dulcemente
y así musitó.
"Soy el hada blanca
que deja el camino
fatal de la Vida
regado de luz;
que enciende en las
almas un fuego divino;
que oculta al humano
su pobre destino
y de su existencia
suaviza la cruz.
Yo soy roja rosa
que se abre lozana
al cálido
beso del sol del Abril;
yo soy de la Vida
la Aurora galana
naciendo entre nubesd
de ópalo y grana,
naciendo entre perlas
y aljójares mil.
Yo soy suño
cándido; yo soy fuente viva
que va fugitiva por
campo fuera;
yo soy dulce abeja
zumbante y activa
que a todas las flores
sus néctares liba;
yo soy nube e oro
que pasa fugaz.
Yo soy fuerte hoguera
que inmensa se inflama
la sangre en las
venas haciendo rugir;
poniendo en los ojos
reflejos de llama,
los pechos cubriendo
de ignífera escama,
haciendo gozosas
las fibras crujir.
Mi aliento da al
viento más notas que el ave,
mi vida está
urdida con uina ilusión;
del cruel desengaño
mi pecho no sabe
en mi la sombría
Tristeza no cabe;
en mi alma la Pena
no encuentra mansión.
Alcázares
finjo más altos que montes;
escalo las bóvedas
de ingrávido tul
asida a las ruedas
de alados Faetones;
ensueño quimeras;
oteo horizontes
de nieve, de rosa,
de nácar, de zul.
Yo soy gentil góndola
que llégase henchida
de fe y de optimismo
al fondo del mar;
yo soy copa llena
de ardiente bebida;
yo soy del gran libro
que forma la Vida
la página
de oro que puede mostrar.
No encuentro en mi
senda traidores abrojos,
ni zarzas rastreras,
ni acíbar, ni hiel,
la encuentro alfombrada
de pétalos rojos
de ufanos claveles,
de hilados embojos,
de luz, de alegría
de rosas, de miel.
De fúlgidas
luces empapo los días
los tristes crepúsculos
de gayo color
los huecos espacios
de un mar de armonías
y un mar de fragancias;
las noches sombrías
de encantos, de risas
de besos, ¡de amor!
Yo soy virgen casta
que todos adoran,
que todos aguardan
con viva inquietud;
yo soy manjar rico
que todos devoran;
amante a quien todos
suspiran y lloran
cuando huye a otros
brazos; ¡yo soy Juventud!"
Al oírla,
a mis ojos un mundo risueño
vi abrirse; a mis
plantas hallé dichas mil...
Mas, cuando ya de
ella creíame dueño,
lo mismo que un soplo
de brisa sutil...
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A veces me digo con
honda tristeza:
¿Vendrá
a mí aún el hada bendita que huyó?...
Mi frente surcada,
mi cana cabeza
y el fuego de mi
alma que a helarse ya empieza,
responden con mudas
palabras: ¡No! ¡No!
Miguel
Hernandez
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