Como
Tú
Así
es mi vida, mi vida,
piedra,
como
tú. Como tú
piedra
pequeña;
como
tú
piedra
ligera;
como
tú.
Como
tú,
canto
que ruedas
como
tú
por
las veredas
como
tú.
Como
tú
guijarro
humilde,
como
tú,
de
las carreteras,
como
tú.
Como
tú,
piedra
pequeña,
como
tú.
Como
tú,
guijarro
humilde,
como
tú.
Como
tú,
que
en días de tormenta
como
tú,
te
hundes en la tierra,
como
tú.
Como
tú,
y
luego centelleas,
como
tu,
bajo
los cascos, bajo las rueda,
como
tú.
Como
tú,
piedra
pequeña,
como
tú.
Como
tú,
guijarro
humilde,
como
tú.
Como
tú,
que
no sirves para ser ni piedra,
como
tú,
ni
piedra de una lonja,
como
tú,
ni
piedra de un palacio,
ni
piedra de una iglesia,
ni
piedra de una audiencia...
como
tú.
Como
tú,
piedra
aventurera,
como
tú.
Como
tú,
que
tal vez estás hecha,
como
tú,
solo
para una honda...
como
tú,
piedra
pequeña,
como
tú,
Como
tú...
León
Felipe
Yo
soy el Gran Blasfemo
El
grito suena bien en el vientre de la cueva,
el
salmo bajo el mediodía de los templos
y
la canción en el crepúsculo...
El
grito es el primero.
Hay
un turno de voces:
yo
grito,
tú
rezas,
él
canta...
El
grito es el primero.
Y
hay un turno de bridas:
él
las lleva,
tú
las llevas,
yo
las llevo.
Y
a la hora de las sombras subterráneas
la
blasfemia reclama sus derechos.
Los
caballos piafan ya enganchados y la carroza aguarda...
¿Quién
la lleva? Yo: el blasfemo.
Yo
la llevo,
yo
llevo hoy la carroza,
yo
la llevo.
Éste
es el poeta,
tú
eres el salmista,
ese
es el que llora
tú
eres el que grita...
yo
soy el blasfemo.
Yo
la llevo. Yo llevo hoy la carroza,
yo
la llevo.
¡Arriba!
¡Subid todos!
¡Vamos
hacia el infierno!
La
aijada tiene su ritmo,
y
la tralla,
y
el frito,
y
el aullido...
y
la blasfemia del cochero.
¡Arre!
¡Músicos,
poetas
y salmistas;
obispos
y guerreros!
Voy
a cantar.
Vida
mía, vida mía,
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Vida
mía, vida mía,
tengo
un ojo pitañoso
y
el otro con ictericia.
Vida
mía, vida mía,
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Esta
es mi copla, la copla de mi carne,
la
copla de mi cuerpo.
Mas
si mis ojos están sucios
los
vuestros están ciegos.
¡Músicos,
poetas
y salmistas;
obispos
y guerreros!
Voy
a cantar otra vez.
El
viejo rey de Castilla
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
El
viejo rey de Castilla
tiene
una pierna leprosa
y
la otra sifilítica
El
viejo rey de Castilla
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Esta
es la copla de mi tierra,
la
copla de mi reino.
Mas
si mi reino está podrido
su
espíritu es eterno.
¡Músicos,
poetas
y salmistas;
obispos
y guerreros!...
Llevadme
de nuevo el compás.
En
los cuernos de la mitra
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
En
los cuernos de la mitra
hay
una plegaria verde
y
otra plegaria amarilla.
En
los cuernos de la mitra
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Ésta
es la copla de mi alma,
de
mi alma sin templo
porque
la bestia negra apocalíptica
lo
ha llenado de estiércol.
Tres
veces cantó el gallo,
tres
veces negó Pedro,
tres
veces canto yo:
por
mi carne,
por
mi patria
y
por mi templo...
Por
todo lo que tuve
y
ya no tengo...
¡Arre!
¡Arre! ¡Arre!
¡Vamos
al infierno!
Tú
con el laúd
éste
con el salterio,
aquel
con la bocina,
ése
con su lamento,
vosotros
con la espada
y
yo, como Don Juan y como Job, maldiciendo,
blasfemando...
Cada
cual con su instrumento.
Vamos
bien,
no
hemos errado el sendero.
Conjugad
otra vez:
éste
es el poeta,
tú
eres el salmista,
ése
es el que llora,
tú
eres el que grita.
Yo
soy el blasfemo...
¿Y
el sabio? ¿Donde está el sabio? ¡Eh, tu!
Tu
que sabes lo que pesan las piedras y lo que corre el viento...
¿Cuál
es la velocidad de las tinieblas y la dureza del silencio?
¿No
contestas?... Pues las bridas son mías.
Yo
la llevo,
yo
llevo hoy la carroza,
yo
la llevo
Músicos,
sabios,
poetas
y salmistas,
obispos
y guerreros...
Dejadme
todavía preguntar:
¿Quién
ha roto la luna del espejo?
¿Quién
ha sido?
¿La
piedra de la huelga,
la
pistola del gángster,
o
el tapón del champaña que disparó el banquero?
¿Quién
ha sido?
¿El
canto rodado del poeta,
el
reculón del sabio,
o
el empujón del necio?
¿Quién
ha sido,
la
vara del juez,
el
báculo
o
el cetro?
¿Quien
ha sido?
¿Nadie
sabe quién ha sido?
Pues
las bridas son mías. ¡Adelante!
¡Arre!
¡Arre!... ¡Vamos hacia el infierno!
Ya
no hay otro camino.
-¿Llegaremos
a tiempo?
-¿Antes
de que amanezca?
-Desde
luego.
Y
para hacer más corta la jornada
ahora
cantaremos en coro, y cantaremos
Las
coplas
del
Gran Conserje Pedro
Yo
llevaré la coz cantante y vosotros el estribillo
con
lúgubre ritmo de allegreto.
(Copla)
Vino
la guerra.
Y
para hacer obuses y torpedos
los
soldados iban recogiendo
todos
los hierros viejos
de
la ciudad. Y Pedro,
el
Gran Conserje Pedro,
le
dijo a un soldado: Tomad esto...
Y
le dio las llaves del templo
(Estribillo)
Pedro,
Pedro...
El
Gran Conserje Pedro
que
ha vendido las llaves del templo.
(Copla)
Pedro...
Te
dijo el Señor de los Olivos
cuando
heriste con tu espada al siervo:
Mete
esa espada en la vaina,
que
yo sé a lo que vengo.
Y
la metiste... con las cajas de caudales en el templo.
(Estribillo)
Pedro,
Pedro,
el
Gran Conserje Pedro,
amigo
de soldados y banqueros.
(Copla)
Y
ahora tenemos que ir al cielo
dando
un gran rodeo
por
el camino del infierno,
cavando
un largo túnel en el suelo
y
preguntando a las raíces y a los topos,
porque
ya no hay campanas ni espadañas, Pedro,
y
los pájaros... todos tus pájaros se han muerto.
(Estribillo)
¡Pedro,
Pedro,
todos
tus pájaros se han muerto!
Sin
embargo, señores, yo no soy un escéptico
y
hay unas cuantas cosas en que creo.
Por
ejemplo, creo en el Sol, en el Diluvio y en el estiércol;
en
la blasfemia, en las lágrimas y en el infierno;
en
la guadaña y en el Viento;
en
el lagar, en la piedra redonda del amolador y en la
piedra
redonda del viejo molinero;
y
en el hacha que derriba los árboles y descuartiza los salmos y los
versos;
en
la locura y en el sueño...
y
en el gas de la fiebre también creo.,
en
ese gas ingrávido, expansivo y deletéreo,
antifilosófico,
antidogmático y antidialéctico
que
revienta los globos... los grandes globos, los globitos
y
el cerebro
Y
creo
que
hay luz en el rito,
luz
en el culto
y
luz en el misterio.
Creo
que
el agua se hace vino,
y
sangre el vino,
sangre
de Dios y sangre de mi cuerpo.
Creo
que
el trigo se hace harina
y
carne la harina...,
carde
de Dios y carne de mí cuerpo.
Creo
que
un hombre honrado
cuando
nos da su pan
tiene
el cuerpo de Cristo entre los dedos.
Este
es mi credo. Éste es mi viejo credo
y
pronto será el vuestro.
Ya
lo iréis aprendiendo.
Con
él entraremos
por
la puerta norte y saldremos
por
el postigo del infierno.
El
infierno no es un fin, es un medio...
(Nos
salvaremos por el fuego.)
Y
no es un fuego eterno.
Pero
es, como las lágrimas, un elevado precio
que
hay que pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos,
para
entrar en el reino de la luz,
en
el reino de los hombre, en el reino de los héroes
en
el reino
que
vosotros habéis llamado siempre el reino beatífico
del
cielo.
¡Vamos
allá!
¿Estamos
todos? Hagamos el último recuento:
Éste
es el salmista, el que deshizo el salmo
cuando
dijo con ira y sin consejo:
"Tú
eres el Dios que venga mis agravios
y
sujeta debajo de mí pueblos."
Y
éste es el poeta luciferino,
el
que inventó el poema
esterilizado
y antiséptico
y
guardó en autoclaves la canción,
puritano,
orgulloso y fariseo.
¡Oh,
puristas y estetas!
Aún
no está limpio vuestro verso
y
su última escoria ha de dejarla
en
los crisoles del infierno.
Aquí
van los artistas sodomitas,
los
pintores bizcos y los poetas inversos.
(No
lloréis. Pero no digáis tampoco
que
la Luz y el Amor se ven mejor torciendo
la
mirada
y
el sexo.
Ni
llanto ni ufanía. Vamos al gran taller,
a
la gran fragua donde se enderezan los entuertos)
Aquel
es el que grita, el hombre de la furia,
y
aquel otro el que lora, el hombre del lamento.
Allá
va el rey leproso y sifilítico,
éste
es el sabio tímido,
cargado
de tarjets y de miedo:
ni
para decir e pur si muove
le
ha quedado resuello.
Aquí
van el juez y el gángster
los
dos juntos en el mismo verso.
Éste
es el Presidente demócrata y guerrero
que
desnudó lal espada en el verano
y
debió desnudarla en el invierno.
(¡Ay
del que se armó tan sólo
para
defender su granero,
y
no se armó para defender
el
pan de todos primero!
¡Ay
del que dice todavía:
nos
proponemos conservar lo nuestro!)
Allí
va el demagogo,
aquél
es el banquero,
éstos
son los cristianos
(que
ahora se llaman los "cristeros")
Y
éste es el hombre de la mitra,
la
bestia de dos cuernos,
el
que vendió las llaves...
el
Gran Conserje Pedro...
...............................................................
¡Aquí
van todos!
Y
aquí voy yo con ellos.
Aquí
voy yo también, yo, el hombre de la tralla,
el
de los ojos sucios... el blasfemo.
Si.
Ahora
ya sin hogar y sin reino
sin
canción y sin salmo,
sin
llaves y sin templo...
yo
la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo
la llevo.
Se
va del salmo al llanto,
del
llanto al grito,
del
grito al veneno...
¡Arre!
¡Arre!
¡Y
se gana la luz desde el infierno!
Comunión
En
alguna parte se ha dicho:
Dios
se come a los hombres
y
los hombres un día se comerán a Dios.
Y
también está escrito:
no
es más que un pez el hombre
en
su mar de tinieblas y de llanto.
Y
en alguna otra parte se pregunta:
¿Para
qué está allá arriba sentado
en
el alto cantil de las nubes heladas
ese
Gran Pescador?
¿Para
qué está allá arriba
con
su cebo,
su
anzuelo
y
su larga caña de pescar
ese
Gran Pescador?
¿No
es más que un pez el hombre,
un
pez para las brasas del infierno
y
para que después, "puro y dorado",
se
lo coma allá arriba
ese
Gran Pescador?
Y
ahora... aquí... el pez... el hombre es el que arguye:
un
día me tragaré el mar...
todo
el agua del mar...
todas
las tinieblas del mar como una perla negra...
un
día me tragaré el mar,
toda
el agua del mar,
toda
la amargura del mar como un sola lágrima...
y
dejaré al descubierto
el
cebo el anzuelo
y
la larga caña de pescar
de
ese Gran Pescador,
¡toda
su mentira y su verdad!
Luego
me sentaré a llorar sobre la última roca seca del mundo,
a
llorar, a llorar otra vez
hasta
llenar de nuevo la tierra
con
otro mar inmenso,
mucho
más negro
y
mucho más amargo que el de ahora...
con
otro mar que llegue hasta los cielos,
anegue
las estrellas
y
ahogue a es Gran Pescador
con
su cebo
su
anzuelo
y
su larga caña de pescar.
Entonces
yo
seré el pescador
y
Dios.
Seré
el pescador
y
Dios, el Gran Pez, sorprendido y pescado.
Aquel
dia el Hombre... todos los hombres se comerán a Dios.
Será
el día... el Gran Día de la verdadera,
de
la gloriosa
y
de la sagrada comunión.
Leon
Felipe
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