XVII
De
súbito,
cansado
de la noche que tú ofreces
me
he vestido de entonces
y
he bajado a buscar al hombre ciego
que
me impresionaba de niño por las noches.
Recordando
el tamaño antiguo de sus ojos,
me
hablaba de todos sus triunfos
y
de la afortunada carta astral
de
los hombres de moda.
Sabía
de memoria cada parque
y
la combinación exacta siempre
del
agua y de los árboles más viejos.
Para
hacerle rabiar, algunas tardes
le
compraba el periódico
y
lo subía cerca de sus ojos.
También
a veces, para divertirme,
le
vestía de hombre de colores.
No
se enfadó conmigo nunca.
Tan
sólo se enfadaba con la gente
que
iba a nuestro lado
y
cruzaba las calles sin hablarle.
Alfonso
Pascal Ros
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