Cantando
en Yiddish
V
Me
asfixiaría si ahora no cantase
el
canto aquél. Me llegan con nitidez las notas
agazapadas
en el pergamino. Las recupero.
Recupero
sones, palabras olvidadas.
Me
asfixiaría si no las cantase ahora.
Y
alzo en mi mano el jarro de amargor
blanco
y rubio, como si brindase a no sé qué.
Y
canto con voz ronca - yo sé que desafino -
ante
el racimo de supervivientes, de sordos.
Canto
yo, el mudo, el ensimismado,
el
repentinamente loco y ebrio,
el
que ha roto el silencio
por
vez primera. Y nadie me acompaña.
Me
contemplan perplejos.
Muevo
el jarro a manera de batuta
como
hacen los borrachos. Quiero que canten,
que
me acompañen, que naden, que nademos,
sólo
por esta vez, por el agua de sombra
que
un día atravesamos.
No
recuerdan el son ni las palabras
anegadas
en el olvido.
Sonríen
compasivos, comprensivos,
y
no comprenden nada. Me contemplo
detrás
de una cortina de silencio.
Silencio.
Un
instante después
(como
si nada hubiese sucedido)
reanudan
la conversación,
reemprenden
la tarea cicatrizadora
de
restañar con palabras nuevas
las
heridas antiguas.
Al
fin, como si nada hubiese sucedido
(pero,
¿es que algo ha sucedido?) digo:
"Vamonos:
es hora de volver a casa,
como
todas las noches".
Jose
Hierro
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